Desde siempre me ha parecido increíble que alguien, en cualquier arte o disciplina, llegue a ser el número uno del mundo. El hecho de pensar que, entre tantas personas en la tierra, llenas de habilidades y cualidades, una pueda ser considerada, por consenso, la mejor en algo, me resulta impresionante, e incluso místico.
¿Quién no ha imaginado lo que debe sentirse estar en esa cima?
Cientos de veces he reflexionado al respecto de qué se necesita para llegar a esos niveles, y entre las respuestas hay tantas como: dones natos, trabajo duro, estrategia, buena representación, empeño inagotable, seguidas de un largo etcétera. Es un hecho innegable, aunque duela el ego, que un poco menos que nadie podrá, a pesar del esfuerzo, colocarse en esa palestra. Ahí se llega por excepción, por eso hay solo un número uno, por tanto, aún y que alguien estuviera dispuesto a dedicar su vida entera a esta encomienda, no lograrlo es lo que, con casi toda seguridad, sucederá.
De ninguna manera estas líneas tienen como propósito desincentivar a quien las lea del ánimo de fijarse como meta ser el mejor en lo que guste, por el contrario, pretenden invitar a elegir bien en qué sí se puede ser el número uno, si se lo propone.
Se puede ser el mejor compañero de trabajo, el mejor jefe, el mejor mentor de un principiante, el mejor hijo, el mejor socio, el mejor maestro, el mejor consejero, el mejor emprendedor para nuestro equipo, el mejor empresario para nuestros clientes y colaboradores, o, entre muchas cosas más, el mejor amigo. De verdad se puede lograr esto si conscientemente se trabaja para conseguirlo, y, para los ojos de quien recibe nuestro esfuerzo, por supuesto podemos ser los mejores. De verdad podemos serlo.
Hace unos años, me puse a pensar en qué tal si trataba de ser igual de bueno que Messi, pero para ser el padre de mis hijos, igual de bueno que Messi, pero para ser el esposo de mi mujer, igual de bueno que Messi, pero para ser el hijo de mis padres y el hermano de mis hermanos, igual de bueno que Messi, pero para ser el amigo de mis verdaderos amigos. En fin, estoy convencido de que todos tenemos a nuestro alcance, si trabajamos en esa dirección, ser los mejores del mundo para los nuestros.
Desde que llegó esa idea a mi mente, las decisiones para actuar al respecto de ellos en lo cotidiano y en lo sustancial, pasan el tamiz de una pregunta: ¿así lo haría el mejor del mundo?, ¿así lo haría Messi?
Gran reflexión e invitación a trabajar para convertirnos en GOAT. Abrazo de gol Noé
Muy buena reflexión. Seamos más Messi.